Tres días después de mi primer día de instituto, después de maldecir miles de veces en mis adentros a Meg por haber entablado conversación con Thor, he intentado con todas mis ganas que él me deje en paz, pero no es fácil, está todo el día detrás de mí, preguntándome cosas sin sentido y sonriéndome siempre que le veo. Aunque parece así con todo el mundo. Después de clase decidí pasar el tiempo de forma provechosa, pinté, redecoré y cambié de sitio los muebles de mi habitación, salí en busca de algún peluche con forma de gato o de algún objeto interesante para la redecoración y metí todo lo que ya no tenía ganas de ver en mi armario.
Ya tengo todo listo y estoy agotada, me tumbo en la cama entre mis peluches gatunos y me quedo con la mente en blanco. Me concentro. Escucho. Apago todos mis sentidos menos el oído y entonces me encuentro a gusto y tranquila, oigo a los pájaros y a mi madre haciendo la cena en el piso de abajo, escucho como mi hermana habla en susurros por teléfono, probablemente con su nueva media naranja (era una chica un tanto… enamoradiza) también escucho como mi gata Dori juguetea con algo en el salón. Ahora me concentro en los sonidos que hay fuera de la casa, intento escuchar a través de los coches, es hora de cenar y no hay casi nadie en la calle, de vez en cuando se escuchan algunos pasos y algunas puertas abrirse y cerrarse, el sonido de los cubiertos de los vecinos mientras ponen la mesa… ahora intento no dar paso a esos sonidos y concentrarme en oír el viento y los pájaros… hasta que una respiración me desconcertó. Alguien parece estar parado delante de mi casa, lleva ahí un buen rato pero no hace nada más, porque solo escucho su respiración, ningún otro movimiento.
Me asomo a la ventana y miro. No puedo evitar cabrearme, el que ha roto mi momento de relajación es Thor ¿qué hace parado delante de mi casa? ¿No decía que vive lejos de aquí? Cuando me ve se sobresalta, yo me meto rápidamente y bajo las escaleras para reprocharle pero al llegar abajo ya no está… ¿Hacía donde ha ido? Más bien, ¿Por qué se ha ido? Además, ¿Cómo sabe cuál es mi casa?
Ya tengo todo listo y estoy agotada, me tumbo en la cama entre mis peluches gatunos y me quedo con la mente en blanco. Me concentro. Escucho. Apago todos mis sentidos menos el oído y entonces me encuentro a gusto y tranquila, oigo a los pájaros y a mi madre haciendo la cena en el piso de abajo, escucho como mi hermana habla en susurros por teléfono, probablemente con su nueva media naranja (era una chica un tanto… enamoradiza) también escucho como mi gata Dori juguetea con algo en el salón. Ahora me concentro en los sonidos que hay fuera de la casa, intento escuchar a través de los coches, es hora de cenar y no hay casi nadie en la calle, de vez en cuando se escuchan algunos pasos y algunas puertas abrirse y cerrarse, el sonido de los cubiertos de los vecinos mientras ponen la mesa… ahora intento no dar paso a esos sonidos y concentrarme en oír el viento y los pájaros… hasta que una respiración me desconcertó. Alguien parece estar parado delante de mi casa, lleva ahí un buen rato pero no hace nada más, porque solo escucho su respiración, ningún otro movimiento.
Me asomo a la ventana y miro. No puedo evitar cabrearme, el que ha roto mi momento de relajación es Thor ¿qué hace parado delante de mi casa? ¿No decía que vive lejos de aquí? Cuando me ve se sobresalta, yo me meto rápidamente y bajo las escaleras para reprocharle pero al llegar abajo ya no está… ¿Hacía donde ha ido? Más bien, ¿Por qué se ha ido? Además, ¿Cómo sabe cuál es mi casa?
Esa noche soñé con él. Esta vez no hubo fuego ni precipicio ni sangre, simplemente un día de clase normal, él me hablaba y yo le contestaba de buena gana, simplemente así, monótono, los profesores explicaban, mandaban deberes… completamente normal. ¿Aburrido quizás? Para nada, nada es aburrido según como se mire, era más bien… cómodo.
Al día siguiente no hay instituto, es un sábado y no tengo ningún plan con Meg. A decir verdad no tengo muchos amigos, tengo compañeros, compañeros cercanos… pero amigos de verdad solo tengo uno… o tal vez dos, si Dori se puede considerar como tal. Realmente me siento muy unida a esa gatita, a mi me gusta llamarle “La Dorada”, es preciosa, tiene un pelaje blanco salpicado de manchas negras, grises y más de distintas tonalidades de canela, yo siempre me quedo mirándola embobada y me encanta dibujarla y pintarla. Dori es una gata con muchos detalles, quizás es por esto que me gusta tanto. Detalles como sus hermosas patitas delanteras, primero marrones y en las puntas blancas y como su cola, que es peluda como un plumero y adornada de anillas marrones y canelas; pero lo que más me gusta de ella no son sus patas, ni sus respingonas orejas, ni su frondosa cola, ni su manera de andar elegante como si fuera de la realeza; si no sus ojos dorados como el sol, que parecen brillar con luz propia, y que cuando te miran te da una sensación de complicidad y compañerismo que adoro.
No es difícil imaginar que soy una amante de los gatos, y que Meg se ría a carcajadas cuando me ve primero tan callada y después, al pasar un gato delante de mí, me salga la voz de pito y empiece a “gritar” diciendo: AAAAAAAAH!!! QUE COSA MÁS BONITAAAAAAAAA o cuando estoy con ella hablando de cualquier cosa y tenga a Dori en mis brazos, sin venir a cuento le abrace y me emocione mientras digo: Y MI DORIIIIIIIII, CON LO MONA Y LO BONITA QUE ES ELLA, AIIII COMO LA QUIEROOOOO. Después de desvariar con mis pensamientos gatunos decido ir a dar una vuelta con Dori. La cojo y me pongo a andar sin rumbo, simplemente por andar, no tengo miedo de perderme pues conozco estas calles como a la palma de mi mano. Al cabo de un rato andando, Dori empieza a clavarme las uñas así que la suelto para que ande ella sola, entonces empieza a correr, y es extraño porque Dori es una gata muy obediente y nunca se me escapa; empiezo a correr tras ella gritando su nombre ¿Qué mosca le ha picado?
Es muy rápida y no consigo alcanzarla.
Mientras corro me doy cuenta de que empiezo a no reconocer el terreno ¿Cómo?. Me paro en seco a contemplar las viejas casas pero Dori maúlla impaciente y sigue corriendo, así que la sigo. Al cabo de dos o tres callejones llegamos a uno sin salida, entonces Dori se sienta y me mira.
-¿Qué ocurre Dori? ¿Qué pasa?
Dori se acerca y con un gesto amistoso me da en la pierna con su cabecita, maúlla y se vuelve a sentar en el mismo sitio de antes. Yo me acerco y le paso la mano desde la cabeza hasta la punta de la cola, en un gesto con el que quería devolverle su pequeña “caricia”.
Entonces es cuando me doy cuenta de que está sentada en una especie de placa plateada que parece tener una inscripción, aparto a Dori y la leo. Dice así:
“La respuesta a todas las preguntas aquí se encuentran pero solo si el destino lo quiere se podrá entrar.
La primera clave aparecerá si dejas que tu cuerpo sea tu guía.
La segunda clave la encontrarás si apartas tus miedos y te dejas llevar.
La última clave siempre ha estado contigo.”
Debajo de esto hay tres huecos, el primero tiene una forma completamente irregular, el segundo es grande y redondo y el tercero parece estar hecho para meter una llave. Una vez leído me quedo observando y recapacitando sobre la inscripción y las hendiduras de abajo. ¿Por qué Dori me había llevado allí?
De pronto me acuerdo de que ya había estado antes por esas calles. Fue cuando Dori llegó a mis brazos, yo tenía 12 años y me escapé una noche de mi casa, porque no podía dormir y quería que me diera el aire. Llegué aquí por casualidad, estaba andando cuando escuché los maullidos de dolor de un gato (parecía un gato joven) y las risas de unos niños. Corrí hacia allí y observé con rabia que cuatro chavales que deberían de estar ya en sus casas estaban maltratando a un gato que aún era solo un cachorro. La ira me invadió completamente y no pude contenerme.
-¿¡¡ Pero qué hacéis malditos niños malcriados!!?- Les grité fuera de mi mientras empujaba a uno de los niños.- ¿¡No deberíais estar dormiditos en vuestras camitas, desgraciados!? ¿¡Qué!? Os sentís bien pegando a este pobre gato ¿No? ¿Creéis que sois dioses? ¿Quién coño os da derecho a hacer eso? Claaro… Ojalá os pudráis en el infierno.- Abracé al gatito y salí a empujones mientras susurraba “Asquerosos niñatos…”. Creo que me pasé un poco, pero en ese momento nada era suficiente.
Ese gato era Dori, sucia, pequeña y hambrienta, pero Dori. Me la llevé a casa y le di de comer, la lavé y la llevé al veterinario. Todo a escondidas de mi madre, pero tarde o temprano se enteraron y casi la pierdo…
Me dio tanta rabia lo sucedido que no volví a pasar por allí… hasta hoy.
No es difícil imaginar que soy una amante de los gatos, y que Meg se ría a carcajadas cuando me ve primero tan callada y después, al pasar un gato delante de mí, me salga la voz de pito y empiece a “gritar” diciendo: AAAAAAAAH!!! QUE COSA MÁS BONITAAAAAAAAA o cuando estoy con ella hablando de cualquier cosa y tenga a Dori en mis brazos, sin venir a cuento le abrace y me emocione mientras digo: Y MI DORIIIIIIIII, CON LO MONA Y LO BONITA QUE ES ELLA, AIIII COMO LA QUIEROOOOO. Después de desvariar con mis pensamientos gatunos decido ir a dar una vuelta con Dori. La cojo y me pongo a andar sin rumbo, simplemente por andar, no tengo miedo de perderme pues conozco estas calles como a la palma de mi mano. Al cabo de un rato andando, Dori empieza a clavarme las uñas así que la suelto para que ande ella sola, entonces empieza a correr, y es extraño porque Dori es una gata muy obediente y nunca se me escapa; empiezo a correr tras ella gritando su nombre ¿Qué mosca le ha picado?
Es muy rápida y no consigo alcanzarla.
Mientras corro me doy cuenta de que empiezo a no reconocer el terreno ¿Cómo?. Me paro en seco a contemplar las viejas casas pero Dori maúlla impaciente y sigue corriendo, así que la sigo. Al cabo de dos o tres callejones llegamos a uno sin salida, entonces Dori se sienta y me mira.
-¿Qué ocurre Dori? ¿Qué pasa?
Dori se acerca y con un gesto amistoso me da en la pierna con su cabecita, maúlla y se vuelve a sentar en el mismo sitio de antes. Yo me acerco y le paso la mano desde la cabeza hasta la punta de la cola, en un gesto con el que quería devolverle su pequeña “caricia”.
Entonces es cuando me doy cuenta de que está sentada en una especie de placa plateada que parece tener una inscripción, aparto a Dori y la leo. Dice así:
“La respuesta a todas las preguntas aquí se encuentran pero solo si el destino lo quiere se podrá entrar.
La primera clave aparecerá si dejas que tu cuerpo sea tu guía.
La segunda clave la encontrarás si apartas tus miedos y te dejas llevar.
La última clave siempre ha estado contigo.”
Debajo de esto hay tres huecos, el primero tiene una forma completamente irregular, el segundo es grande y redondo y el tercero parece estar hecho para meter una llave. Una vez leído me quedo observando y recapacitando sobre la inscripción y las hendiduras de abajo. ¿Por qué Dori me había llevado allí?
De pronto me acuerdo de que ya había estado antes por esas calles. Fue cuando Dori llegó a mis brazos, yo tenía 12 años y me escapé una noche de mi casa, porque no podía dormir y quería que me diera el aire. Llegué aquí por casualidad, estaba andando cuando escuché los maullidos de dolor de un gato (parecía un gato joven) y las risas de unos niños. Corrí hacia allí y observé con rabia que cuatro chavales que deberían de estar ya en sus casas estaban maltratando a un gato que aún era solo un cachorro. La ira me invadió completamente y no pude contenerme.
-¿¡¡ Pero qué hacéis malditos niños malcriados!!?- Les grité fuera de mi mientras empujaba a uno de los niños.- ¿¡No deberíais estar dormiditos en vuestras camitas, desgraciados!? ¿¡Qué!? Os sentís bien pegando a este pobre gato ¿No? ¿Creéis que sois dioses? ¿Quién coño os da derecho a hacer eso? Claaro… Ojalá os pudráis en el infierno.- Abracé al gatito y salí a empujones mientras susurraba “Asquerosos niñatos…”. Creo que me pasé un poco, pero en ese momento nada era suficiente.
Ese gato era Dori, sucia, pequeña y hambrienta, pero Dori. Me la llevé a casa y le di de comer, la lavé y la llevé al veterinario. Todo a escondidas de mi madre, pero tarde o temprano se enteraron y casi la pierdo…
Me dio tanta rabia lo sucedido que no volví a pasar por allí… hasta hoy.